Literatura, mutantes y sombreros blancos

Me decía hace poco, mi amigo y maestro, el poeta J.H, que la literatura necesitaba más sombreros blancos. Él suele hablar así, porque vive cerca del mar y una marea de metáforas va siempre lamiéndole las sandalias claras. A mi me desconcierta, pero siempre se apiada de mi ceño interrogativo y se aclara, entre giros y vueltas, que tal vez no sean efectivamente esclarecedores, pero que son sin duda evocativos. Los sombreros blancos son los que se pone uno sobre la cabeza para que venga cualquier mariposa y escribirla. Y empieza a nombrarme sombreros blancos, Cortazar llevaría corona, o casi una casa entera, un palacio blanco sobre la coronilla, la mejor antena. Me dice que los librerías se están llenando de mutantes. Los mutantes tienen calendarios y horas de trabajo al día. Diseccionan las mariposas, las amasan y las extienden durante capítulos, tienen una estructura y una sintaxis impecable, y se llenan de orgullo y de best sellers. J. sonríe, me da con la punta del índice un golpecito en la nariz, como si fuera a contarme un secreto y añade:
-Pero no tienen corazón.

La idea se queda un momento flotando sobre nosotros, libélula verde, mientras J. se saca un hueso de aceituna de la boca, se gira y la arroja en dirección al mar. Para él es fácil. La parte trasera de su casa tiene las vistas más hermosas que conozco, con el porche bajo el gran ficus que nos da sombra, y el acantilado extendiéndose más allá, la cala dorada de atardecer allá abajo. El sonido de las cigarras se mezcla con ese olor característico a pinos y sal.
Me cruzo de brazos, yo, que llevo semanas peleando laboriosamente con la novela, que he diseccionado la mariposa esmeradamente en seis capítulos, y todo se ha vuelto reglado, medido y coherente.
- Oye, que cada uno hace lo que puede- protesto
- Pues no lo decía por ti
- No, claro que no, nunca escribiría un best seller
La risa de J. suena cristalina
- No será porque no te apetezca, mercenaria

Pero tiene razón, como todas las locuras. Si hay un motivo por el que la novela se ha estancado es ese. La primera chispa ha desaparecido a favor de otras cosas. Lo descubro mientras paseamos, igual que él me descubre por qué he ido a verle. Para que me encuentre las cosquillas como claves. De verle tantas mariposas jugando alrededor salen las mías. Me contagio. J. solo me pregunta ¿Qué quieres contar? Y entonces descubro que me había equivocado de páginas, que las que llevo escritas no son mías, y mientras alineo las palabras para él, puedo ver las mariposas vivas que me habían despertado saliendo de mi boca, y él me dice que ya sabe dónde está esa primera chispa que he recuperado. Justo ahí. Brillando en los ojos.

Comentarios

Edu Solano Lumbreras ha dicho que…
Qué bien te sienta el sombrero blanco.
Pareces un fauno.

Que alegría verte caminar dando saltitos.

Abrazos de bienvenida.
Qué bien que vuelvas.
ybris ha dicho que…
Nunca usé sombrero pero al leerte me han entrado ganas de hacerlo.
Necesito mariposas y vuelos que escribir.
También necesito escapar del mutante sin corazón que me habita.
J.H. tiene mucha razón. Llena tus líneas de corazón y vuelos y sigue.
Nadie quiere un bestseller, quiere tus mariposas y tu brillo.
Hazle caso.
Hazte caso.

Imponente regreso, Arca. Un placer leerte así de nuevo.

Besos.
Sofía B. ha dicho que…
Hay demasiados diseccionadores de mariposas y otros que confunden mariposas con polillas.

Es cierto hacen más sombreros blancos.

Aunque no te conocía ¿puedo unirme a Ybris para pedir que vuelvas?
Anónimo ha dicho que…
Vuelves de repente, como si nada, con mariposas tocadas de lino blanco. Y sigues siendo la misma.

Y yo, a dos palmos del suelo, te abrazo.

Y te beso.

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