Entradas

Mostrando entradas de agosto, 2009

La caída de la flor del cerezo

Me inclino sobre la anthurium y juego a que mis manos recojan con delicia las hojas secas, una a una. Un ritual estival, el blanco salón se ha llenado de plantas que esperan armoniosamente mis cuidados. Mis manos, insospechadamente sabias están oscurecidas de substrato. Son un cuenco que se llena de tierra, conscientes de la grave liviandad que supone esa materia, vida concentrada en el puño pequeño. Las garzas de mis manos van quietamente recorriendo. Enderezan una guía para la monstera . Fertilizan las futuras flores. Van eliminando sin tijeras, tan solo con un chasquear del pico, las hojas que son un peso que dejar atrás. Tengo cien años. Suena el CD que me trajo Lu Wei cuando vino a vernos. Hay sonidos de viento madera que no reconozco, y cuerdas que son pulsadas y me hablan en otro idioma. Tanta quietud. Desentierro con los dedos los bulbos dormidos de verano, y la música tal vez me trae a la memoria algo que me dijeron, hace algún tiempo, unos ojos azules. Cómo se imbrica