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Mostrando entradas de diciembre, 2007

piel y jaula, entonces

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Desde la oscuridad una sospecha. Tal vez la visión de esos ojos sea más certera que muchos. Pero aún así, algo quizas esté más borroso ahora, tras la caducas hojas del calendario. Apilemos pues rencores, o tal vez desidias laboriosas que se acumulen en lóbregos trasteros, en otros áticos caníbales. Porque un día bandonamos- sin saberlo- definiciones que habían durado edades, y esa caducidad estaba impresa en el dorso de tus manos, en las incontables pecas consteladas de tu pecho. Déjanos entonces hilar los recuerdos, fantasmas superpuestos de gelatina de plata. Para cuando llegue el día, esas manos que rehúsan tocarme, crecerán, se transformarán en el vertice del sueño, acunarán otros tiempo, y de pronto descubriré que pertenecen a otro cuerpo. Tan solo para no hacerme sentir doblemente piel,- piel y jaula, entonces- el desperdicio de una juventud huida, pero que aun, sí, todavía se atrevería a latir... si sus manos buscasen, si despertasen, en los resquicios de la alegría.