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Mostrando entradas de marzo, 2006

Composición química

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Dónde me meto yo, en qué mundo. Dónde me meto con mis escalofríos de O Fortuna, y de Pucinni, de Bizet y Wagner; mis casi vuelos en el timbre de Callas. Donde me meto yo con mi cohorte de Andromacas, Hecubas y Odiseos. Como hago callar a tanto Aristófanes y Esquilo. Cuándo me caí aquí y desde dónde, si aquí es extraño mirar el mundo en encuadres, nitidez de enfoque, diafragma y velocidad de obturación. Donde me meto yo con una mente que ve en fotografías o lienzos y un pensamiento me prosifica la vida, me novela y a veces me cuenta lo que siento en poesía. Dónde meto estas manos revoltosas que se pasan el día intentando construir pajaritas; dónde meto estas filosofías de andar por casa, la teoría de crítica del arte, los glifos aztecas y las riadas que cuenta el nilometro de Elefantina. Que hago con mis colecciones inesperadas de llaves y de tuercas, y mi capacidad de encontrar cosas brillantes. Dónde voy con una nariz que respinga de alegría con el olor del aguarrás y del alkil, con l

Pájaros

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No estoy segura de estar despierta, desde lacama veo una neblina gris con un punto de luz que igual puede ser del amanecer o del anochecer. Una mano me toca imprevistamente la cara, es la mía. Llevo más de una semana siendo fea, hay ropa tirada por el suelo y un plato en la estantería con los restos de la cena de anoche. O sea, migas del sándwich y de patatas de bolsa. Del cuello para abajo la piel se acurruca feliz en su simpleza de tibiedad, un animalito que no quiere despertar. Desde mi espalda a mis tobillos parece salir un mormullo indiferente ¿para qué nos vamos a levantar? Entonces recuerdo, que llevo más de una semana siendo fea, que debo tener un grano de bruja en la nariz y que fuera ha comenzado a nevar. Que se levante otra, que yo no quiero. Entonces otra mano sube, enreda, intenta despertarme. La miro con curiosidad. Mis manos siempre se salvan, son la única parte. Siempre son hermosas y hábiles, como las de mi madre. Hacen gestos como para decirme, venga, arriba, perezosa

La intimidad del Veneno

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Virginia Rosencraf no se planteaba cuestiones de salud.Cada mañana abría los ojos y se instalaba en el presente. Como un gato lamiendose una pata. Como un miope deslumbrado. Sin plantearse. Pasaba por las horas de puntillas. Sintiendo. Le gustaba el tacto de la baranda dal autobús, le gustaba el olor caliente de la lavandería, le extasiaban las cosquillas del chocolate al derretirse en su lengua. La vida era tiempo que se grababa en sus sentidos, tan solo eso, algo ajeno que existia. Cuando caía la noche le asombraba la luna, miraba las nubes, tan lejos como todo lo que la rodeaba, igual de extrañamente hermoso. Se sentaba en el bar, y se diluía en el sonido cadencioso de las conversaciones alrededor. El borde de su vaso la fascinaba con los reflejos de la luz. No podian acariciarse con los dedos. Sonreia.Cuando volvía a levantar la cabeza, se daba cuenta que había gente sentada con ella. Entonces les escuchaba, les veía reir, beber cerveza. Le eran familiares, tan vez llevase siglos s

Antídoto del silencio

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Cuando el insomnnio le trepe con sus enredaderas por los párpados del silencio, no se resista. Deje que los tentáculos lentos le invadan la garganta. Sea meticuloso, procure no mover un músculo, contenga la respiración, reduzca los latidos, insonorice el pensamiento. Concéntrese. Note como cada flexible ramita se introduce como gusano lentamente en las fosas nasales, en las cavidades de los oidos. Relaje la mandíbula para que no desgarre la garganta, el nido más apetecido. Ahora es importante, contenga las arcadas, tiene que simular la inmovilidad total. Deje que se agarre a sus cuerdas vocales, y que por fin broten, todas a un tiempo como hedientes pústulas, las podridas flores del silencio. Y entonces, de un golpe, cierre la boca, corte las raices, mastique furiosa y minuciosamente cada pequeño brote de apestoso grito muerto. Rápidamente dirijase al escritorio, encienda la luz, coja un sobre y escupa dentro aquello que no podía gritar. Todo. Posiblemente suene a vómito y rencor, y al

porque

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Hoy me he recurrido. En realidad, necesito desnudarme. Dicen que los bloggeros son mentirosos, porque solo escogen de sus vidas aquello que eligen, porque les gusta o les enorgullece. Yo recurro a una identidad virtual porque necesito algún lugar donde apartar la máscara, donde ser burdamente sincera, donde exponer a la luz (para que no se me pudran dentro) todas mis ridículas miserias, todas mis inseguridades, todos los deseos de ser alguien que no soy. Ni ser interesante, ni ser fuerte, ni ser atractiva, ni ser inteligente, ni siquiera coherente. punto. Yo. Solo yo, como un sapito escondido dentro de un disfraz humano. En el fondo todo se reduce a una imbecilidad: la puta necesidad del ser humano de ser comprendido, y amado. Compartir lo más profundo, eso que ni siquiera se puede retener con los barrotes de las palabras, eso que ni siquiera sé que es. Y para ser comprendida escondo lo incomprensible que hay en mi, y para ser amada me invento otra mujer, y al final me quedo con las ma