Mundo, laberinto y carne.

Conor había leído demasiados libros. No conseguía recordar una infancia más allá de las seguras paredes de la biblioteca. La extrañeza estaba en el mundo de fuera, en sus sin sentidos. Donde no había motivos, donde los personajes hablaban sin cesar, pero su diálogo no aclaraba nada, no era imprescindible para aquella anodina trama. Daba miedo el mundo allá afuera, con sus símbolos inexplicados, con sus roces físicos. Sin embargo, todos aquellos personajes subreales, parecían entenderse. Tal vez compartían un código secreto cuyo misterio aún no había descifrado. Sí, parecía ser así, se lanzaban frases y gestos obviamente exentos de significado: "tiene los pies en la tierra" o "es que no somos nada"

Aquellas palabras y sus secretos turbaban a Conor, pero el miedo que le provocaba su evidente incoherencia fue desapareciendo, arrollado por la curiosidad. ¿Qué clase de subterránea sintaxis albergaban? Le inquietaba el significado de todos aquellos roces urgentes que podía ver cuando pasaba por el parque. Dentro de las páginas tenían consistencia, guiaban la estructura, pero por qué buscarlo en vez de leerlo? Como una luz repentina le llegó la solución a su delirio. No había leído suficiente. Claro, eso era. Los libros albergan el conocimiento, por tanto las respuestas. El incomprensible código humano debía hallarse entonces explicado totalmente en algún tomo. Nunca había sentido semejante revelación, ni semejante urgencia por encontrar la sabiduría. Al fin todas las conductas sé desnudarían ante él. El ser humano y sus secretos ya no serían nunca más un caos amenazante.



Todas las energías de Conor fueron canalizadas entonces a buscar aquel libro prodigio. Se lanzó en su busca sin desfallecer, metódico y constante. No hubo un solo momento en el que considerase la posibilidad de no encontrarlo. Aquel sería su santo Grial, su ecuación exacta.
Devoraba palabras y páginas, pero aquel libro se resistía a aparecer. A fuerza de buscarlo,
comenzó a tener claro qué tipo de estructura sería, los personajes se dibujaban en su mente. Intuía la trama, la intensidad del desenlace. Con un vistazo le bastaba para descartar una obra y proseguir su búsqueda. Pero los meses pasaban y la literatura codiciada permanecía oculta. Y sin embargo su contenido cada vez se le antojaba más preciso, inundaba sus sueños, jamás abandonaba su mente.
Hasta el día en que todos los tomos de la biblioteca habían pasado por sus manos. Entonces un precipicio de angustia, la más bestial derrota. En su casa durmió durante tres días. Había fracasado. Pero tal vez... Había más bibliotecas, más ciudades, más países. Se enfrentó por vez primera con la posibilidad de no encontrar jamás el libro porque no estuviera escrito. Y sin embargo, Conor lo veía diáfano, sencillo en su complejidad. Entonces se le ocurrió la solución.

Hablaría con el mejor escritor del mundo. Le contó todos los detalles que veía en su mente, le explicó su necesidad, conversaron durante días. Al fin el escritor le dijo que no podía aceptar su encargo. Conor le miró sin entender. ¿Por qué? Porque no sé escribir como tu me pides. Solo se escribir sobre lo que conozco bien, lo que de alguna forma, aunque sea en mi imaginación he podido vivir. ¿Pero entonces? Escríbelo tú mismo. Pero yo no soy escritor, yo no entiendo. Entonces, puedes hacer como yo. Escribe sobre lo que conozcas.

Pero Conor ya sabía como había de ser aquel libro, ya había vislumbrado a los personajes. Entonces, pensó como una luz, no me queda más remedio que buscarlos, en algún país estarán.
Y se fue a vivir.

Comentarios

ybris ha dicho que…
Ya te echaba mucho de menos después de tanto tiempo.
Hoy me ha alegrado mucho verte por aquí.
El problema de Conor es un problema frecuente en quienes viven más en los libros que en la realidad. La realidad no se encuentra en los libros sino en lo que somos capaces de trasvasar de los libros a la vida.
Seguramente tendrá que escribirlo él sobre la experiencia vital que él mismo tendrá que ir acumulando.

Besos, Arca.
Misántropo ha dicho que…
Enhorabuena.

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