Chardonnay para viejos amantes (I)

La carta era pomposa, seguramente falsa, y decía

“Antes que el amanecer se lleve esta hoguera, antes de que la luz del día borre sin miramientos esta marea de recuerdos, por una vez amables, tengo que escribirte una última carta. Es la confesión impía, que tal y como auguraste, hace ya tanto, que iba a escribirte. La misma que me prometí resistir y que no he conseguido. Algún día, amigo, has de contarme los secretos de ese burlón pacto que no sé si has hecho con el tiempo o con su parásito el diablo, para mantenerte intacto e igual de sabio. Cuentámelo, y así tendré por fin una excusa, y al menos alguna explicación más allá de mi propia insensatez, cuando es evidente que el tiempo ha terminado dándote la razón en todas esas ecuaciones privadas que no pudimos resolver entre nosotros. ¿Cómo te sientes, al saberte ganador de tantas apuestas?...”













Suficiente. Ya había leído suficiente. Posiblemente fuera el sarcasmo de llamarle "ganador". Ese puñetazo en el estómago fue más que suficiente para frenar la curiosidad idiota. La carta fue directa a la puta basura. Diego fue a la cocina y sacó una cerveza de la nevera. Tanta gilipollez, masculló. Dio un trago largo, refrescante. A buenas horas. Antes, si, tal vez, porque era un ingenuo. Se le hubieran revuelto las tripas, ni rabia ni mandato, puras ganas de gritarle un basta ya que significaba vuelve. Pero ahora qué?, demasiadas tablas. Diego dejó la cerveza mediada en la cocina y decidió salir a dar un paseo. La tarde de domingo se alargaba con calma. Se fumaría un cigarrillo en el parque. Pero en el parque había demasiada gente. O tal vez hacía demasiado calor. Debe ser la contaminación, esta puta ciudad está llena de coches. Monóxido de carbono. Además, la gente respira demasiado. Cada vez estaba más lejos, sin darse cuenta, acercándose a las afueras. La ciudad se había quedado sin suficiente aire.

Cuando Diego volvió a casa era de noche. No sabría decir con exactitud cuanto tiempo había estado fuera. Fue directamente a la papelera del despacho, y la vació en una bolsa de basura que ató cuidadosamente. Luego dejó la bolsa en el contenedor de enfrente de la casa y se sentó en el porche. El camión de la basura pasó a las dos y cuatro minutos. Diego observó sus maniobras, hasta que las bolsas de basura (con su bolsa) se perdieron dentro del camión, y este se perdió al final de la calle. Diego respiró profundamente y subió a dormir.

Comentarios

ybris ha dicho que…
Intriga la carta, intriga la respuesta.
No es extraño que intrigue también la espera hasta que se la lleve el camión de la basura.
Menos mal que el título intriga también.

Esperaremos.

Muchos besos, Arca
Misántropo ha dicho que…
Continuidad de los parques...

La imagen es impactante, sí.

Seguro que acaba bien.

Besos grandes.
Anónimo ha dicho que…
Las cartas falsas son las más interesantes, al fin y al cabo ¿qué diferencia hay entre la verdad y la mentira?

Diego debería haber quemado la carta en algún extraño ritual pagano.
Edu Solano Lumbreras ha dicho que…
Diego huye de la realidad.
Diego se esconde en un bucle de su propio pensamiento...

Más que falsa la carta parece resentida. Los resentidos suelen ser pomposos por pura autodefensa, maneras de mal perdedor.

(Claro que yo hoy que miro no tengo nada claro el estar viendo)

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