Tumbing

- Tengo una cosa para ti- dice Pablo mientras agita un paquete en su mano traviesa.
- Desconfío de los aqueos cuando traen regalos- le respondo, porque aún no he olvidado el último plantón.
- Bueno- sonríe él, dejando el paquete envuelto sobre la mesa- Si quieres calculamos el tiempo que va a tardar en vencerte la curiosidad.
Saca un cigarrillo y se queda mirándome. Yo aún vacilo entre sacarle la lengua y fingir indiferencia, o burlarme diciendo que ha descubierto América, sacarle la lengua y abrir el paquete.
Resulta ser un doble CD recopilatorio de Simon & Garfunkel.
- Me lo encontré por ahí, de casualidad. Me acordé de tus tardes de tumbing, pensé que te gustaría tenerlo.
- Que cabrón- se me escapa. Debe ser mi forma absurda de agradecer y reconocer que me conoce más de lo que sospecho. Pablo y yo no solemos vernos con frecuencia, pero siempre me sorprende con la minuciosa memoria que guarda para las historias que le cuentan. Incluyendo las mías.


Cuando tenía trece o catorce años, mi ocupación vespertina era cuidar a mi hermano pequeño, que tenía unos cuatro o cinco años. Además de hacer la cena y convencerle para que se acostara a una hora razonable, jugábamos con los caballeros del Zodiaco o con los de Bola de Dragón Z, no me dejaba estudiar. A veces le leía (le encantaba “El fantasma de Canterville”) y de vez en cuando, me pedía una cena especial. Entonces poníamos velas en la cocina donde cenábamos siempre, poníamos música y degustábamos los manjares elegidos por el príncipe. El menú solicitado siempre era el mismo. Ensalada de lechuga, croquetas y empanadillas.
Había días más difíciles que otros. El pequeñajo tenía ataques de asma imprevisibles. Ahora los identifico con ataques de ansiedad, en aquella época solo sentía que estaba nervioso. Nervioso es poco, la verdad es que era un niño bastante incontrolable. Cuando empezaba a escuchar el silbido que salía de aquel cuerpecito, yo apagaba las luces de la casa y le decía, ven, vamos a hacer tumbing. Ponía el disco de vinilo de mi padre de Simon & Garfunkel, y nos tumbábamos los dos boca arriba en la moqueta. Jose me decía que le contara cosas, y yo le hablaba muy despacio, mientras le acariciaba el pelo, de las cosas más relajantes que se me ocurrían, hasta que poco a poco aquel silbido rencoroso de su pecho empezaba a ser menor, y sus pulmones cambiaban de idea y permitían el paso del aire inofensivo del exterior.

Bueno, me temo que me he ido por las ramas. Mañana os cuento lo que os quería contar del disco. Por cierto, el asma de mi hermano fue desapareciendo según crecía.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
no tengo hermanos. pero siempre me hubiera gustado tener un hermano (o una hermana) más pequeño que yo. ahora cuando fantaseaba con ese momento. mis ensoñaciones se parecían mucho a lo que tú has contado. has conseguido ponerme los pelos de punta, dejarme sin habla, hacer que me emocionara. es de esas cosas curiosas de la vida que no hay que tratar de explicarse. simplemente quería darte las gracias.
Anónimo ha dicho que…
no tengo hermanos. pero siempre me hubiera gustado tener un hermano (o una hermana) más pequeño que yo. recuerdo cuando fantaseaba con ese momento y mis ensoñaciones se parecían mucho a lo que tú has contado. has conseguido ponerme los pelos de punta, dejarme sin palabras, hacer que me emocionara. es de esas cosas curiosas de la vida que no hay que tratar de explicarse. simplemente quería darte las gracias.
Anónimo ha dicho que…
Me encanta :)

Yo también tenía asma de pequeño, desapareció.
Ninfa ha dicho que…
Esos detallazos son los que cuentan. Yo si tengo hermanos (9), soy la pequeña pero no la mimada, y nos ha pasado de todo, historias para no dormir...
Bssss.
Misántropo ha dicho que…
Qué agradable sensación de amparo deja tu escrito. Como "Puente sobre aguas turbulentas", sin ir más lejos. Y qué suerte tener al lado un hermano cuanto te estás asfixiando.

Sé de lo que hablas. Conozco una renacuaja que es, fue, asmática. Conozco ese pitido, y lo que requiere. Me has recordado momentos entrañables. Gracias.

Un abrazo.
ybris ha dicho que…
Deliciosas divagaciones como conversaciones amigas alrededor de un fuego acogedor.
Entran ganas de contar y no parar.
Como una utópica composición de título "Tema y variaciones sobre tumbing".

Besos

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