El regreso del Héroe

- No quisiera pecar de indiscreta, pero te conozco. Vamos si te conozco, como las propias líneas de mis manos. – dijo Silvana. Penélope intentó esbozar una sonrisa, pero su estado la tenía más fuertemente presa que cualquier gesto que pudiera hacer su vieja amiga.
- Pues si tanto me conoces, ya debes saber lo que pasa. Así que no hagas preguntas cuyas respuestas ya conoces.
- Pero el problema es que no es así. Mira, que si me hubiera traído la bola de cristal, no te estaría, oh, señora, molestando con mi impertinencia.-añadió sarcástica- Pero no es el caso. Así que podrías soltar un poquito esa lengua.
- ¿Y que quieres que te diga?- resopló Penélope- ¿Qué pretendes, que cuente cada una de las fibras que componen esta cuerda en casa del colgado? ¿No te das cuenta que cada vez que intentas sonsacarme, parece que mis males se hacen mayores?
- Pero eso no es producto de mi insistencia, si no resultado de tu empecinamiento. Porque no consigo hacerte hablar, yo, que solo me preocupo por ti.
- Pues deja de hacerlo, que nadie te lo ha pedido, y sé cuidarme sola de sobra- respondió Penélope, fuerte. Silvina acusó el golpe, pero aún así, se acuclilló para buscarle la mirada, con las manos sobre sus rodillas. Al fin dijo
- Si lo sé, ¿crees que no? Ese es uno de los problemas. Que sé que puedes cuidarte perfectamente sola, como has hecho todos estos años, y que has aguantado todo lo que ha venido sin apoyarte más que ti misma. Sacando adelante a tu hijo tú sola. Con todos murmurando una mentira que solo tú negaste desde el principio. Ese es el problema. Que ahora no estás sola
- En eso te equivocas. Estoy más sola que nunca.
- Porque quieres.
- Porque es así, porque he vivido en un sueño, y el tiempo no puede retroceder aunque me deje los dedos en los huesos de destejer telares. Y déjame, te he dicho, que no quiero que se me suelte la lengua, que luego hasta las paredes tienen ojos.
- Vamos, de que me vas a acusar? ¿Sigues sin ver que solo quiero tu bien, que ya a mi edad me da igual todo lo demás? Parece mentira, porque igual que yo te conozco tú debieras conocerme. Que las dos sabemos que no soy yo tu enemiga.
- Si lo sé, lo sé- admite Penélope- Pero estoy que no estoy en mí misma. Tu quédate tranquila, que esto lo resolveré como todo...
- ¿Tranquila me dice? Pero si andas por los rincones como si fueras una sombra, si se te han instalado unos cercos debajo de los ojos como si hiciera siglos que no duermes. Pero si ni siquiera quieres ver a tu hijo, ni disfrutas ya con su compañía.
- ¿Y qué quieres que haga, eh? Te repito, que quieres que te cuente?
- La verdad, cual es ese terrible secreto que te está haciendo la vida imposible, que me cuentes cual es el origen de esa pena que vas derramando por los pasillos de la casa.- pide Silvana. Se hace un silencio, Penélope parece cavilar, como buscando una expresión entendible. Al fin añade, con una solemnidad sencilla
- Pues que no le aguanto
Silvana se hecha a reír sin poderlo evitar, una carcajada sonora y aliviada.
- Ay, mi niña! ¿Solo era eso?
Penélope la mira contrariada
- ¿Acaso te parece poco?
- No me parece tan grave
- ¿ah, no? ¿No te lo parece? ¿No te lo parece, vivir en una incongruencia? ¿ Ni ser de pronto consciente de haber vivido toda una vida creyendo en una mentira?- Penélope se va creciendo, elevando el tono de voz- Ah, no, por supuesto es de lo más normal, esperar durante veinte años ¡veinte años! Por dios, yo apenas era una muchacha, y ahora, ahora que? Un marido insoportable. Me robaron al hombre que amaba, el que era capaz de dejarlo todo por nosotros, por nuestro hijo, y ha vuelto ¿quién? ¿un guerrero? ¿un héroe? Vamos, se valiente, dilo: un asesino, un desconocido que se siente dueño de todo esto por lo que he luchado tantos años
- Pero él no hizo más de lo que todos, Penélope luchó por su país, le obligaron a ir, como a tantos...
- Sí, no lo voy a negar, por eso le esperé con una esperanza ciega. Por que nunca podría regresar aquel muchacho de veintipocos, pero que ingenua fui ¿cómo no lo pensé? – le busca la mirada a Silvina- ¿Tú sabes las barbaridades que hicieron?
- Las propias de una guerra, no te escandalices más de lo que debieras
- ¿Le defiendes ahora? ¿Al asesino, al violador, al saqueador de ciudades? ¿Estás defendiendo al que se hizo famoso por sus engaños, por obtener una victoria de la mentira y la debilidad de sus enemigos?
- No le defiendo, pero tampoco le taches como el peor de los hombres
- ¿Sabes quien es Astianacte? Era el hijo de Héctor, el enemigo que mataron. Mi esposo fue quien dio la orden de arrojarle por las murallas de Troya, para que no pudiera vengar la muerte de su padre.
- De acuerdo, no será lo más loable, pero tu esposo es un hombre prudente.
- Es un maldito cobarde. Astianacte tenía cuatro años. Mi marido le arrojó por las murallas, delante de su propia madre.
Silvina no responde, agacha la cabeza, espantada también.
- ¿Se te han acabado los argumentos, amiga mía?¿A que intentar defender lo indefendible?- añade tristemente. Las dos guardan silencio por un rato.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Una amiga mia se quejaba ayer de que no tenía secretos, de que no sabía secretos de nadie, decía que su vida era aburrida.

[...]
Será nuestro secreto señora guitarra
usted nunca me abandonará ¿verdad?
seguirá vibrando profundo en mi alma de ronckanrol
ybris ha dicho que…
Héroes con pies de barro.
Luego resulta que de héroes a asesinos había sólo un pequeño paso.
Con el paso del tiempo se convierten en otros.

Besos

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