Cerrando puertas
Salgo del trabajo ajustándome el cuello de la chaqueta. La noche me recibe con su luz amarillenta y su inocente frío, Sabina canta su rockanroll para idiotas especialmente dedicado (tu ibas camino de ningún lugar) . Mañana es el último día que trabajo aquí. Llegando a mi casa me observan las flores blancas de los almendros, puedo olerlas, es una de las cosas más bonitas que conozco. Anoche estuve borrando números de la agenda de mi teléfono. Cuando haga la maleta revisaré la ropa vieja, esa que ya no es mía porque era de otra Diana. No sabía que cargara con tanta caducidad, con tantos antes que no retornables, con tantos platos que no pueden girar sobre los palillos. No quiero hacer malabares. Lo que quiero es caminar ligera. Incluso para una huidora empedernida de finales, a veces cerrar las puertas es como respirar. Necesario. Después te das cuenta que cuantas más desaparecen los caminos por los que no estabas dispuesta a caminar, más solidamente se dibuja aquel que deseas. Me interrumpe el móvil, llevaba un rato sonando en mi bolsillo. Es el Flaco.
- ¿Qué pasa? ¿No querías hablar conmigo?- se burla.
- Al contrario, sabes que siempre tienes las puertas abiertas
- ¿Qué pasa? ¿No querías hablar conmigo?- se burla.
- Al contrario, sabes que siempre tienes las puertas abiertas
Comentarios
Lo demás ¡qué importa!
Besos.
Y cuando las puertas quedan abiertas para gente como el Flaco.
Mucha suerte
Escribes muy bien, me gusta.
Eres auténtica.
Un beso