persistencias

Cuando era una niña, vino una vez el diablo a comprarme el alma. Me ofreció dulces, me habló suavemente, sonrió mucho. Y yo le dije, largo, largo, no me vas a engañar. Él se sentó en el columpio, sacó una manzana rojísima de su manga, y mientras la mordía me dijo, así me gusta, niña, a ver si no se te olvida... aunque me apuesto las manos y el rabo a que se te olvida con el tiempo. Yo me crucé de brazos, desafiante pero intrigada desde mi metro de altura, y él siguió hablando para sí. El problema es intrusismo profesional, pequeña, los jodidos hombres grises están por todas partes, se multiplican como las cucarachas, y me estropean el negocio. Además, son unos rácanos, no tienen ni una pizca de honestidad. Su truco consiste en no ofrecer demasiado, apenas lo mínimo, para que no se desconfíe. Eso me ha pasado muchas veces, por generoso. Ofrezco demasiado, y os empezais a preguntar si no será más valioso lo que teneís. Así de idiotas sois, terminais dándoselo a quien paga menos. Apenas un sueldo a fin de mes, no es nada, solo quitate el piercing para la oficina, sé cortés, córtate el pelo. Y podrás pagar tu hipoteca, y seguir vendiendo plazos de tí mismo en cómodas mensualidades...
El diablo suspiró ruidosamente, en fin, debiera cambiar de negocio...
Por si acaso, niña, aquí tienes mi tarjeta, al menos que sepas que yo pago mejor. Y se esfumó, sin dejar peste a azufre. Tal vez tenía que recortar presupuestos.
Es desde aquel día que Momo se ubicó en mi mesilla con carácter de perpetuidad.
Contra nuevos malignos, nuevos libros sargrados.

Comentarios

ybris ha dicho que…
Excelente libro de cabecera para disfrutar del tiempo.
Que nadie, ni hombres grises ni demonios, nos lo quiten.
Sin tiempo para nosotros estamos perdidos.

Besos.
Me das el móvil del diablo?

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