El Demonio Bicéfalo I

Le despertaron las campanas de la cercana iglesia de San Felice, llamando a la misa del domingo. Junto con el sonido, entraba el aire del amanecer, llevándose los restos asfixiantes de la noche de Agosto. A través de los altos ventanales, se veían a trozos los tejados de la ciudad. Tejas rojas que brillaban un instante al compas del movimiento blanco de la cortina, como los muslos bajo una falda colegiala.


El fabricante de máscaras se levantó de la cama, desnudo, y se acodó en el alto poyete de las arquerias. Ante su vista se deplegaban las retorcidas calles de Venecia, con las cúpulas y los campanile vistiendose de amanecer. La ciudad vibraba, despertándose.

Aquel era el día, sus músculos se tensaban en una alerta leve ante el simple pensamiento. Y sin embargo, nada era distinto, nada se alejaba de la cotidiana placided. Las palomas se congregaban codiciosas alrededor de la basura de su calle. Las campanas seguían sonando. No se veía una nube en el brillante cielo azul. Nada de aquello parecía augurar que aquel iba a ser el día.
El fabricante de máscaras no podía relacionar aquella estampa con la mentira, la apuesta y la muerte.
Pero, contra toda expectativa eso sería lo que marcaría aquel falso día luminoso...

Continuará

Comentarios

ybris ha dicho que…
Preciosa, misteriosa Venecia.
Esperemos allí la mentira, la apuesta y la muerte.

Besos.

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