caparazón

- Hay cosas que no se pueden evitar, suceden y ya está, no se puede hacer nada... - dijo Cesar abriendo la portezuela del Audi.
- No seré yo quien lo desmienta...
- ¿...pero?- inquirió él, sospechando una objeción implícita
- Nada. No hay pero. Ni he puesto ni pondré en duda el accidente.- respondió Circe abrochándose el cinturón de seguridad.
Cesar pareció meditar algo, con el ceño levemente fruncido. Al fin preguntó
- ¿Eres una mujer compasiva?
- Me gusta creer que lo soy
Cesar no dijo nada, tan solo agarró el pomo de la palanca de cambios y metió la primera velocidad. Al rato Circe añadió
- Cualquiera vería que ir hoy a su casa es un paso hacia la reconciliación, queda probada mi buena voluntad
- Cualquiera lo diría, sí...
- Sí, pero tú no- Cesar dejó escapar una suave risa y aceleró
- Es que a mí no me parece que ese sea tu motivo de verdad...
- Deléitanos con tu sabiduría ¡oh, magnánimo!- se burló ella
- Pues yo casi juraría que tienes curiosidad. Por verle, por saber si es cierto, y tal vez incluso para conocer a la chica- apuntó Cesar con neutralidad. Circe reprimió una mueca de fastidio
- Supongo que debe ser muy gratificante llevar la razón tan a menudo.
Esta vez la carcajada de Cesar fue espontanea, y estaba llena de satisfacción, como si acabase de sacar un sobresaliente en una materia complicada
- Querida, me da la impresión de que te aburres mortalmente.


La llave dio dos vueltas en la cerradura y la pesada puerta de roble se abrió sobre sus bien engrasados goznes sin un solo ruido.Eva entró en la penumbra y se dirigió directamente al gran ventanal, donde pulsó el interruptor que elevaba las persianas. El gran ático se fue llenando de luz hasta que toda la tarde de Madrid pudo quedarse en las altas paredes. Era raro sentir que la casa estaba vacía, que Angel no bajaría las escaleras, ni la serviría un ginntonic. Sin su dueño, el ático le recordaba al caparazón abandonado y reseco de algún insecto.

Comentarios

ybris ha dicho que…
Entiendo lo de Eva: las casas vacías –sobre todo las irremediablemente vacías- son un caparazón abandonado.
César y Circe me despistan.
Pero está muy bien escrito.

Un beso.
Arca ha dicho que…
Se me escapó como el principio de algo, Ybris, Josean, supongo que aún le falta mucho para decir algo.
Habrá que continuarlo
Un abrazo
Anónimo ha dicho que…
Pocas sensaciones tan desoladoras como llegar de viaje, al atardecer, a un apartamento vacío. Olor a encierro y telaraña, a polvo.
Eva se preparó ella misma el ginntonic, cargadito, y se dejó desplomar en el sofá, frente a la ventana. Su cabeza estaba en blanco, era incapaz de fijar su pensamiento en ningún punto concreto; más bien se dedicó a contemplar, absorta, el lánguido descender por las paredes de la linea de un sol despótico, que parecía despedirse hasta nunca; ayudando a destilar su ensoñación con tragos copiosos de ginebra pura.
En ese momento sonó el timbre de la puerta de la calle...una vez...dos veces...al instante que se trataba del cartero...
Anónimo ha dicho que…
comprendió...me he mojao la palabra comprendió. Ah, y perdona la licencia, pero no he podido resistirme.

Algunos de tus escritos dejan un regusto a novela negra que me encanta, deberías pensar en tomártelo en serio.
Pero danos alguna pista que enlace a los personajes, que nos perdemos; o, en mi caso, nos disparamos a especular.
Aunque es fantástico el abanico de posibilidades que abres con tan sólo unas lineas. No sé si podría salir un relato, un cuento, una novela o un romance. Lo que sí está claro es que todavía queda mucha tela que cortar.

Beso admirado
Anónimo ha dicho que…
A veces los caparazones son necesarios, por no decir que imprescindibles.

Besos orgiásticos.
Isabel Barceló Chico ha dicho que…
Una casa vacía es desoladora. Espero que continúe la historia. Un saludo.
Tempus fugit ha dicho que…
Los élitros cantores del recuerdo... confunden el eco con la realidad...

besos
José Ignacio Montoto ha dicho que…
Enhorabuena, interesante blog el tuyo.
Me gustan las historias que se entrecruzan. Me encantaría saber el nexo común!

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