Habla, memoria...

En busca de la memoria he rescado dos fragmentos de pasado (de futuro, espero). Los reclamo como norte, como luces boreales, astrolabios del recuerdo para fijar el rumbo de regreso. Los conozco por sus nombres, no he olvidado. Esta paz es la que reclamo.

10 de junio de 2002

Anochece en este trozo de tierra hermosa y sincera, en este trozo de tierra que alberga la casa que hicieron mis padres con sus manos. Suena la despedida al valle de ancares de Luarna Lubre, y enfrente, en una hamaca multicolor descansa un chico, moreno, tranquilo, con una gata enroscada encima. Por una vez la gata no soy yo. Le miro, intento que algún pensamiento llegue a decirme alguna verdad, pero no puedo, le miro y la mirada se me llena de sonrisas, de colores, de luz, del frío y el calor de ducharnos al aire libre, al sol de la tarde, y como se siente la piel joven y viva, saciada porque ama, porque el mundo rodea como siempre lleno de belleza, y porque por esta vez tenemos los ojos abiertos para verlo.


Noviembre, 2004

- ¿A que hora sales tú?
- Ahora, a las nueve- dijo Victor mirando el reloj- ¿y tú?
- También, hoy no te puedo hacer rabiar...
- Je, hoy esas palabritas te las metes...
- Te han quedado bien esos puntos suspensivos, te he entendido todo sin que dijeras nada fuera de lugar
- Bueno, niña, descansa, nos vemos el martes- añadió guiñando un ojo antes de que ella desapareciera en las taquillas femeninas

- Adiós chicas- dijo poniéndose el abrigo- ¿vais al metro?
- No, yo estoy esperando a Choni- dijo la mujer, mientras se quitaba el uniforme
- Vale, hasta mañana

- Joder, está nevando- exclamó a la salida, ajustándose la bufanda
- ¿Ves como no te engañaba?- respondió el segurata de la puerta- Hasta el lunes, preciosa...

Cuando salió a la calle, los copos caían finos y sin peso, revoloteando en los conos de luz de las farolas amarillas. Olía a frío, pero se estaba bien abrigada en la bufanda y el abrigo largo. Era una noche preciosa, los árboles aún tenían hojas amarillas. Sonrió, disfrutando del instante, de sus propios pasos camino del metro. Era un espectáculo inusual aquellos copos blancos cayendo con tanta calma sobre la calle, sobre ella misma. Tuvo la leve sensación de estar en el final de una película, ahora comenzaría la banda sonora, se haría un plano fijo sobre el rostro de la protagonista, que sonreiría íntimamente por algún insospechado motivo, antes de un plano desde arriba que se iría agrandando hasta abarcar la calle, donde comenzaba a cuajar la nieve, y sus pasos solitarios mientras sonaba la música y créditos...
Chasqueó la lengua, la peli seguía sin terminar, por lo visto, pero era evidente que un capítulo se había cerrado. Lo sabía por que miraba la nieve y estaba tranquila, apaciguada. Incluso porque parecía más alta que antes, muy poco antes, tal vez solo un mes antes, pero ya tan lejano, y sobre todo, tan distinta. Estaba sola y no dolía. No había perdido nada, amó sin miedo, y el mundo la cuidaba.
Y parecía más alta, como si después de mucho tiempo algó se hubiera soltado. Como si antes hubiera estado replegada mínimamente sobre su vientre, dormida sobre sí misma, un ovillo acurrucado sobre la rutina de su ombligo. Algo había desaparecido y no sabía como, ahora su vientre era plano y elástico, como si hubiera decidido que no era nada importante, ningún centro, ningún nudo. Solo algo más para convertirse en un junco flexible que endereza la espalda. Buscando la luz para crecer.