Filosofía de cornisa
-¡No lo haga!- grita la mujer asomándose a la ventana
Desde la cornisa, el hombre de la corbata se vuelve, en principio sobresaltado, y luego la mira con cortesía
-¿Por qué?- pregunta sencillamente, con tanta educación que la desarma
-Bueno, está claro... – titubea ella, alisandose inconscientemente las arrugas de la falda- es decir, que usted quiere saltar ¿verdad?- pregunta para cerciorarse. El hombre de la corbata asiente convencido, con una sonrisa amable
- Um... bueno, verá, en el fondo no hace falta que lo haga. Permita que me inmiscuya, pero creo que no es necesario que se tome la molestia ¿se da cuenta?-la mujer hace una pausa, calibrando la respuesta- No conozco sus motivos, pero lo cierto es que eso que pretende le llegará tarde o temprano. Quiero decir – añade al ver que el hombre de la corbata no cambia de expresión- que no cambia nada en realidad, en el fondo nada va a ser distinto por que usted llegue antes de tiempo....
-Precisamente por eso, señorita, como no va a cambiar nada en realidad... si me disculpa- responde él, dando por finalizada la interrupción, con apenas una sonrisa cortés y destocando un sombrero imaginario.
Se gira, da un paso y cierra los ojos, imaginando la inminente caída, queriendo preveer el vértigo del vacio. Las puntas de sus pies se suspenden en el aire, es cuestión de un momento. Entonces nota un roce en el codo. La mujer de la falda alisada le toca el brazo, de puntillas a través de la ventana abierta.
-Espere, por favor. Si va a saltar, supongo que le da lo mismo ahora que dentro de en un rato- sonríe- Quiero decir, que la calzada no se va a ir de ahí sin usted. ¿No le apetecería tomar un té?
El suicida parece reticente, observa unos instantes a la mujer, calibrando sus motivos. Tal vez no tenga a nadie con quien conversar. El hombre se encoge de hombros, pero finalmente baja.Convencida de convencerle, la mujer se gira hacia la cocina, donde comienza a preparar una taza de te humeante y dulce, mientras comienza una conversación animadamente...
Las horas van pasando, la noche sucede a la tarde.Se encienden las luces de la ciudad. Cuando la luna aparece por fin como una hebra en el cielo, descubre a ambos sentados en la cornisa. La mujer balancea sus pies descalzos, el hombre de la corbata hace rato que arrojó la misma (azul con rayas marrones) como en avance de sí mismo. Una inmensa serenidad flota sobre ellos, cuando el hombre le vuelve a repetir, pacientemente
-Pienselo bien, señorita ¿está segura de que quiere hacer esto?
Desde la cornisa, el hombre de la corbata se vuelve, en principio sobresaltado, y luego la mira con cortesía
-¿Por qué?- pregunta sencillamente, con tanta educación que la desarma
-Bueno, está claro... – titubea ella, alisandose inconscientemente las arrugas de la falda- es decir, que usted quiere saltar ¿verdad?- pregunta para cerciorarse. El hombre de la corbata asiente convencido, con una sonrisa amable
- Um... bueno, verá, en el fondo no hace falta que lo haga. Permita que me inmiscuya, pero creo que no es necesario que se tome la molestia ¿se da cuenta?-la mujer hace una pausa, calibrando la respuesta- No conozco sus motivos, pero lo cierto es que eso que pretende le llegará tarde o temprano. Quiero decir – añade al ver que el hombre de la corbata no cambia de expresión- que no cambia nada en realidad, en el fondo nada va a ser distinto por que usted llegue antes de tiempo....
-Precisamente por eso, señorita, como no va a cambiar nada en realidad... si me disculpa- responde él, dando por finalizada la interrupción, con apenas una sonrisa cortés y destocando un sombrero imaginario.
Se gira, da un paso y cierra los ojos, imaginando la inminente caída, queriendo preveer el vértigo del vacio. Las puntas de sus pies se suspenden en el aire, es cuestión de un momento. Entonces nota un roce en el codo. La mujer de la falda alisada le toca el brazo, de puntillas a través de la ventana abierta.
-Espere, por favor. Si va a saltar, supongo que le da lo mismo ahora que dentro de en un rato- sonríe- Quiero decir, que la calzada no se va a ir de ahí sin usted. ¿No le apetecería tomar un té?
El suicida parece reticente, observa unos instantes a la mujer, calibrando sus motivos. Tal vez no tenga a nadie con quien conversar. El hombre se encoge de hombros, pero finalmente baja.Convencida de convencerle, la mujer se gira hacia la cocina, donde comienza a preparar una taza de te humeante y dulce, mientras comienza una conversación animadamente...
Las horas van pasando, la noche sucede a la tarde.Se encienden las luces de la ciudad. Cuando la luna aparece por fin como una hebra en el cielo, descubre a ambos sentados en la cornisa. La mujer balancea sus pies descalzos, el hombre de la corbata hace rato que arrojó la misma (azul con rayas marrones) como en avance de sí mismo. Una inmensa serenidad flota sobre ellos, cuando el hombre le vuelve a repetir, pacientemente
-Pienselo bien, señorita ¿está segura de que quiere hacer esto?
Comentarios
Bueno, en serio, misteriosa dama; es un texto estupendo, como siempre, exquisitamente construido. Da que pensar...además exactamente en lo que pretende hacer pensar.
Mañana lo releo. Ahora voy a mirarme el careto un ratito desde mi propia cornisa.
Besos voladores. O vuelos besucones. O lo que quieras.
Quién no ha estado en esa cornisa alguna vez?, ellos han tenido suerte de que el otro estuviera ahí.
Qué bueno, chica.
Quiero decir...de dejar la corbata, las medias, encima de una silla cualquiera... los zapatos de tacón, los mocasines, abandonaos por el suelo... sentaditos al borde de la cornisa refrescándose los pies, como si de una piscina cualquiera se tratara.
Los pantalones remangados hasta casi las rodillas (las del chico)...las arrugas de las piernas alisadas hasta más allá de las faldas (las de ella)...
Dejándose oxigenar por la luna el penúltimo boca a boca.
Inquiriéndose el uno al otro alternativamente...íntimamente...
-¿Estás segura?...
-Yo no ¿Y tú?...
-Yo tampoco...
-Hagámoslo, pues.................................................
Será por eso quizá, por lo que la luna no se atrava ya nunca a ponerse colorete?
Vengo de estar fuera el fin de semana y ya pasaron las adivinanzas.
Pero lo de hoy es muy bueno.
Los dos sentados en la cornisa tienen más aire de triunfo que de derrota.
Sobre todo ahora que acababa de leer un poema de Szymborska (Sobre la muerte, sin exagerar):
"No existe vida
que, aun por un instante,
no sea inmortal.
La muerte siempre llega
con ese instante de retraso".
Gracias por la lectura.
Besos orgiásticos.
Lo releo y lo releo, y me agarro a un aspecto (genial) en el que no había reparado: me refiero al carácter "británico" de la situación.
Me recuerda un poco a Monty Python. "Al final del pasillo a la derecha, una cruz por persona".
¿Cómo lo llamarían ellos? ¿Desdramatizar? ¿ o relativizar?
Más me admira cuanto más lo leo, en todo caso.
Hace un te?
Muy bueno.
besos.
GRACIAS... ME GUSTÓ MI PASO POR TU TEJADO...